Sistema de Inteligencia Nacional: una mirada más allá
Alberto Amon Jadue Facultad de Ingeniería y Empresa UCSH
- T+
- T-
Alberto Amon Jadue
Cada cierto tiempo, y con mucha más fuerza en estas últimas semanas, se plantea que Chile debe resolver cuanto antes su gran vulnerabilidad en seguridad interna y externa, debido a que no cuenta con un sistema robusto de inteligencia nacional que sea eficaz y eficiente, con capacidades operativas y mayores atribuciones en la búsqueda y tratamiento de información. Uno que permita generar antecedentes útiles y oportunos para apoyar la toma de decisiones con el fin de ayudar a neutralizar o mitigar las amenazas y sus consecuencias.
Si bien esta preocupación no es nueva, resurge con fuerza frente a una serie de hechos que han afectado hace un tiempo a nuestro país: incendios intencionales, vulnerabilidad fronteriza, crisis de seguridad interna, terrorismo, crimen organizado, operaciones de bandas internacionales, junto al último caso de la desaparición del teniente(r) venezolano Ronald Ojeda.
“La ANI cuenta con un presupuesto para 2024 de poco más de US$ 9 millones, un 0.011% del presupuesto de la nación. A todas luces es insuficiente para nuestra nueva realidad país y el contexto mundial”.
El tema de los sistemas de inteligencia debe preocuparnos más allá de sus apoyos para el manejo de crisis, la criminalidad, amenazas latentes e hipótesis de conflictos, y la tranquilidad social. Se debe poner énfasis en la importancia que pueden tener para aportar al desarrollo económico, y ante otras amenazas u oportunidades del entorno, al potenciar su accionar e incorporar una función de inteligencia más estratégica, como un activo de relevancia para contribuir a la toma de decisiones de Estado y al bienestar de la sociedad.
Un adecuado sistema de inteligencia -eficaz, eficiente y coordinado- colabora a la estabilidad y confianza de una nación, lo que impacta en atraer inversiones, contribuye a anticipar y alertar sobre amenazas y también oportunidades para los intereses estratégicos y comerciales (internos y externos). Además, ayuda a proteger los intereses económicos, la propiedad intelectual; y a analizar avances de la ciencia y tecnología que afecten o pongan en riesgo las decisiones estratégicas del país. Ser también una potente herramienta de apoyo para la política exterior, entre muchas otras.
Los expertos coinciden en la urgencia de fortalecer el Sistema de Inteligencia del Estado (SIE) y potenciar el rol de la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI) ampliando su alcance, medios y capacidades para hacer frente a los desafíos que está enfrentando Chile. La ANI cuenta con un presupuesto para 2024 de poco más de US$ 9 millones, lo que representa sólo el 0.011% del presupuesto de la nación. A todas luces es insuficiente para nuestra nueva realidad país y el contexto mundial, lo que refleja el escaso nivel de importancia que se le está dando a esta agencia que según expertos hoy se parece a una oficina pública más, con resultados cuestionables para el ámbito político y de los entendidos en este tema.
No podemos seguir esperando. Debemos dejar de lado las desconfianzas respecto de lo que significa contar con organismos con mayores capacidades operativas y atribuciones ampliadas, y con cualidad estratégica que permita ampliar la mirada hacia el aporte para los intereses nacionales, no sólo en seguridad y amenazas, sino como una fortaleza para el desarrollo y bienestar, aprovechando las oportunidades del entorno. Para esto la clase política debe dar pronto las señales y estar a la altura de lo que Chile necesita. El costo de no avanzar ya nos está pasando la cuenta.